Madrugada

Quien pudiera contrarrestar la rutina y pensar solo en ti, en tu cuerpo entero entre mis manos, entre mis labios. Siempre quise entrar desnuda en tu imaginario, sin permiso ni redención. Que pienses como me gusta masturbarme de madrugada después del insomnio con tu recuerdo erecto y lejano atizando la memoria. Quien pudiera olvidarte tras una mañana de inclemente semidesierto, cuando apenas abro los ojos y estás sublime a mi lado con desnudez somnolienta e indiferencia depravada. Y de pronto ya eres montura que lleva directo al calor del horizonte, te veo sudar radiante guiándote al interior donde la carne en vaivén se funde. Te pido no me dejes escapar de tu respiración agitada, que contigo quiero interpretar las mareas, para terminar recostada sobre ti admirado una gota de almíbar blanco que acaricia mis piernas. Lo único que ahora brilla en la inmensidad desnuda y no cabe duda, tu ficción me gusta.

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