Solución

Cuántos días han pasado sin hablarnos, sin leer nuestro mutuo deseo de acariciarnos. He visto tus fotos para recordar los rasgos de tu rostro e imaginar cómo serías hablando. Tu tono de voz, tu manera de hablar pero sobre todo para memorizar la forma de tus labios. Y recuerdo las veces que nos hemos besado y un calor me embriaga con la intensidad de un abrazo, el deseo se despierta en mi entrepierna, y la sensación de tus labios llega de imprevisto a mi ingle y la punta de tu lengua humedece la piel cercana a mi sexo. No tengo porqué negarlo, te extraño y no hayo otra solución más que tocarme como si fueras tú quien lo hace. Me abrazo pensando en la calidez de tu piel, prosigo a meter la mano izquierda bajo el sostén para pellizcarme el pezón derecho y mis dedos con una especie de hambre que recuerda tu sabor de hombre. Mi mano derecha parece actuar con voluntad propia, desabrocha el pantalón y se introduce en mi ropa interior. Y ese pensar en ti me tiene húmeda y vibrante. Suspiró con la imagen de tu delicioso miembro dentro de mi, llenando el vacío infernal y así empiezo a tocar lenta y circularmente mi clítoris estremeciéndome por completo. Y ahí estamos besándonos en el imaginario, y tu eres quien acaricia mi sexo inyectado en sangre, separas los pliegues mayores y menores y lames mi carnoso botón de placer haciéndome gemir. Un intenso primer orgasmo y no hago más que meter los dedos en mi vagina una y otra vez, simulando que eres tú quien me penetra con fuerza. ¿Me volverás a poseer con lujuria? Mi espalda se arquea y un segundo orgasmo empapa mis dedos. Ahora extrañarte es éxtasis y quiero que dure lo más posible. Vuelvo al clítoris y lo restriego con fuerza y te veo sobre mi sudando, ardiendo en tu natural temperatura corporal y nos besamos ávidamente, como quienes saben que cada encuentro es único y valioso. Y así un tercer orgasmo me invade y no hago más que apretar las piernas y saber que te esfumas en los segundos que dura está pequeña muerte.

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